Después de una ruptura sentimental, sobre todo si no es deseada, nos solemos sentir abatidos, hundidos, con la moral por los suelos. En ciertos casos, estas sensaciones se cronifican y corren el riesgo de transformarse en trastornos psicológicos.
Como sucede con muchas cosas en las relaciones humanas, este es un tema complejo. Las rupturas no afectan a todos por igual. Mientras que para algunos supone una liberación, para otros es un pesar que les causa un intenso dolor.
Solemos recurrir a la máxima de que el tiempo todo lo cura. Pero no siempre es así. No tiene un efecto mecánico. Algunos afectados se quedan parados en el momento de la ruptura, como si se quedaran atrapados en la contradicción, impidiéndoles avanzar en sus vidas.
Una ruptura sentimental es una pérdida. Cómo toda pérdida, necesitamos un proceso de duelo para asimilar la situación. En este caso, el duelo va acompañado del cuestionamiento de un proyecto de vida, que habíamos fraguado con la otra persona. Y suele aparecer la sensación de sentirnos traicionados o defraudados por una persona en la que habíamos depositado nuestra confianza.
Tanto en mujeres como en hombres, hay personas que, después de haber sufrido una ruptura sentimental importante, les cuesta continuar con sus vidas. Se retuercen entre el dolor causado por la destrucción de la relación, pierden la ilusión y anidan una sensación de desesperanza con respecto a emprender cualquier nuevo proyecto, ya sea en solitario o acompañadas.
Los psicólogos de C. P. Sur, un centro de psicología de Pinto (Madrid), con más de 25 años de experiencia, subrayan que si las emociones negativas, ocasionadas por una experiencia vivida, se intensifican o persisten en el tiempo, es el momento de buscar ayuda profesional.
No es una visión romántica, en muchos casos es una realidad. El desamor puede dañar nuestra salud mental. Estos son algunos trastornos psicológicos a los que puede dar lugar.
La depresión reactiva.
Dice el portal psiquiatria.com que la depresión reactiva es un estado depresivo que aparece como una reacción a una experiencia traumática vivida. Una de sus características es que los afectados se dejan influenciar por los acontecimientos ambientales.
El otro rasgo definitorio es que tiene una causa identificable. Se puede localizar un evento o una situación concreta que desencadenó el episodio depresivo.
Por lo demás, debemos decir que reúne los síntomas propios de una depresión mayor. Es decir, pérdida de interés ante cualquier estímulo, proyecto y actividad; incapacidad para experimentar placer; fatiga; trastornos alimenticios y de sueño; dificultad para concentrarse; generación de pensamientos negativos y/o autodestructivos.
Por tanto, estamos hablando de un problema de cierta gravedad. No del simple hecho de sentirnos tristes.
Aunque los síntomas suelen ser intensos, la depresión reactiva tiende a ser más corta que la depresión endógena, la que llamamos depresión mayor. Su duración se limita a unos pocos meses.
Por lo general, la persona afectada suele volver a una situación más o menos normal, por sí sola, pasado un tiempo. Esto no significa que al enfermo, por así llamarlo, debamos dejarlo a su suerte el tiempo que esté deprimido. Esta es una enfermedad dura y difícil de gestionar, en la que pueden aparecer acontecimientos de consecuencias lamentables.
Dentro de la depresión reactiva, están los casos de aparición tardía. Casos en los que el episodio depresivo aparece meses después de que se haya producido el hecho detonante. Obedece a un proceso de autosugestión, en la que la persona afectada, a base de rumiar ideas negativas, magnifica los efectos de la ruptura, en lugar de superarlos.
Para la comunidad psiquiátrica, la depresión es una enfermedad multicausal. Son varios los factores que intervienen en la irrupción y desarrollo de la depresión. Por tanto, sería irresponsable atribuir todo el peso en la irrupción de la enfermedad a la experiencia traumática.
Aislamiento social.
Algunas personas, después de padecer un desengaño sentimental, se meten en un bucle de aislamiento social que les dificulta reponerse de la situación vivida.
Rompen los lazos con familiares y con los amigos y se encierran en una especie de burbuja, donde ellos piensan que se encuentran a salvo de cualquier peligro.
No podemos decir que sea un episodio depresivo. Dentro de lo que la sociedad actual considera “normalidad”; es decir, que produzcamos, el individuo no ha quedado excluido. Cosa que sí sucede con la depresión. Continúa acudiendo al trabajo y haciendo frente a sus responsabilidades. Más aún, algunos de estos sujetos se vuelcan en su actividad profesional para superar los malos tragos que le ha provocado su vida personal, lo que le resulta interesante a sus empleadores.
Otros, en cambio, buscan placer en actividades solitarias, como la lectura, el arte o el consumo de sustancias estupefacientes, que les aíslan del entorno social.
Hay personas que después de una ruptura tardan años, incluso décadas, en volver a plantearse una nueva relación. Piensan que no van a volver a vivir el amor o que toda relación sentimental tiene un doloroso final.
No es que el estado natural del ser humano sea estar en pareja. Se puede vivir soltero y tener una vida plena. Pero digamos que este aislamiento es una especie de parapeto, de huida, que evita que el sujeto enfrente los problemas y limita su crecimiento personal.
El aislamiento personal, por paradójico que parezca, está infundido por los condicionamientos sociales. La sociedad estigmatiza los fracasos. Convierte a los que los viven en un desgraciado. La reacción del sujeto, por tanto, es esconderlos una vez se han producido. En lugar de ver la vida como un aprendizaje continuo, en el que sacamos enseñanzas de nuestras vivencias, especialmente de los errores.
Ansiedad.
Los trastornos de ansiedad son habituales entre personas que han vivido una ruptura sentimental. No podemos decir que se dé en todos los casos, pero sí que es un fenómeno que no resulta extraño en estas coyunturas.
La ansiedad es una reacción natural. Una respuesta de los seres vivos ante una amenaza de peligro. Una señal corporal que nos avisa de que no debemos seguir por determinado camino. El problema aparece cuando los ataques de ansiedad se vuelven frecuentes y cuando la reacción es desproporcionada con respecto al peligro que lo inspira.
Una ruptura sentimental puede infundir preocupación sobre el futuro, nerviosismo, sensación de sentirse vacío. Algo que puede desencadenar crisis de ansiedad. Después de todo, la ruptura representa un cambio en nuestras vidas, y los cambios son difíciles de asumir cuando no los hemos buscado conscientemente.
Por otro lado, una ruptura emocional mal gestionada puede dar lugar a ciertas fobias, de tipo social, que tienen una respuesta ansiosa. El miedo a visitar determinados ambientes que nos evocan experiencias pasadas, que nos resultan desagradables, o el miedo paralizante a encontrarnos con la expareja que nos ha causado daño.
Consejos para superar una ruptura sentimental.
Por supuesto, una ruptura amorosa no nos lleva de cabeza a padecer un trastorno psicológico. Aunque no es una situación agradable, es una fase que podemos superar. De hecho, la mayor parte de la gente hemos vivido rupturas de este tipo y hemos continuado con nuestras vidas.
Con respecto a este asunto, El Periódico de Cataluña publicó un interesante artículo con consejos para superar, en menos tiempo y de forma satisfactoria, una ruptura sentimental. Te comentamos los más significativos:
- No reprimas tus emociones. Una situación de ruptura da lugar a un carrusel de emociones. Hay momentos en los que nos apetece llorar, otros en los que nos enfadamos, horas del día en los que nos encontramos tristes. No debemos reprimir estos impulsos. El cerebro los utiliza para descargar tensiones. Forman parte del proceso de asimilación de la nueva situación.
- Rodéate de personas con las que te sientas a gusto. Contar con un buen grupo de apoyo es fundamental para superar esta situación. No se trata de que ahora le comamos la cabeza a nuestros amigos, todo el día, con el dolor que estamos pasando y con todo el daño que nos causó nuestra expareja. Tenerlos cerca, saber que están ahí, es un apoyo inestimable.
- Establece límites de contacto o contacto 0. Cuando la ruptura no se ha producido de mutuo acuerdo y somos parte damnificada, evitar el contacto con nuestra ex–pareja nos ayuda a superar en menos tiempo la situación. Su sola presencia, aunque sea circunstancial, aviva los resquemores. En situaciones especiales, como cuando tenemos hijos en común, el contacto debe limitarse a la atención de los niños. No es bueno iniciar conversaciones del tipo: “Cómo te va ahora”.
- Cuida de ti mismo. Lo importante eres tú. Aliméntate bien, descansa adecuadamente, haz ejercicio, practica actividades que te reconforten. Ninguna experiencia vivida, por amarga que haya sido, justifica que te abandones.
- Reflexiona sobre la relación pasada. Esta es una reacción natural, aunque hay que tomársela de una forma constructiva, sacando conclusiones de una manera ecuánime. No todo fue tan malo, o al menos, no lo fue durante todo el tiempo. Si no no hubieras tenido esa relación. Estudia que es lo que funcionó y lo que no. Eso nos ayuda a madurar como personas y a tomar mejores decisiones en un futuro.