Las carillas dentales son unas finas láminas que se colocan sobre los dientes originales para corregir imperfecciones y restaurarlos. Te voy a contar cómo me cambiaron la vida.
Desde joven sufro un diastema horroroso. Una apertura excesivamente grande entre las paletas de arriba. Lo cierto es que este detalle me tenía traumatizado. Estaba acomplejado. Tanto es así que durante mucho tiempo evité sonreír.
En el instituto algún graciosillo me apodó el “Cuñao”. En referencia a aquel personaje estrafalario que salía en el programa de entrevistas de Jesús Quintero, y que cada vez que reía, dejaba ver los dientes que le faltaban en la arcada de abajo. A mí no me faltaban dientes, solo que tenía un pronunciado hueco entre los incisivos de arriba.
Parece una nimiedad, pero no lo es. Me considero una persona alegre y jovial. Y el hecho de intentar reprimir mi sonrisa me costaba un esfuerzo sobrehumano. Decía en broma, refiriéndome a mí mismo: “si no abro la boca, parezco hasta guapo.” Y es que quitando este detalle, mis rasgos faciales no son del todo desagradables. Tengo una cara bastante simétrica y proporcionada. Pero, digamos, que la boca no acompaña.
Este fenómeno me hacía pasar momentos embarazosos durante mi adolescencia. Sobre todo cuando me sentaba frente a una chica que me gustaba. Hasta pasada la veintena larga no accedí a tener una cita a solas con una persona del sexo opuesto. En estas ocasiones, evitaba sonreír. Dando una imagen excesivamente seria que no se correspondía con mi forma de ser.
Cuando sentado frente a ella daba un sorbo a la taza de café o al vaso de cerveza que tenía sobre la mesa del bar, pegaba el labio superior en exceso a los dientes para no dejar ver el incómodo orificio. Alguna chica me preguntó alguna vez si tenía alguna especie de parálisis facial. “Parálisis del bigote”, me decía a mí mismo, para mis adentros.
El tiempo no corrigió mi diastema, pero acrecentó mi curiosidad por resolver mi anomalía. Todo surgió en una de esas citas, en las que conocí a una chica rubia muy graciosa que decía que se iba a aplicar una ortodoncia para cerrar el espacio que tenía entre los dientes. Yo no veía tal espacio, pero ella sí.
Me estuve viendo con ella durante más de un año para contemplar cómo evolucionaba su tratamiento. En los momentos privados no congeniábamos. Teníamos una forma de ser que chocaba. Aun así, yo insistía en seguir quedando con ella, como amigos, claro. Ella no comprendía la razón de mi insistencia. Y yo, como es lógico, no se la podía descubrir. No le iba a decir: “estoy contigo porque quiero ver cómo termina tu tratamiento dental”.
Al final la chica quedó bastante defraudada. No conmigo, puesto que presiento que ya lo estaba desde antes, sino con el dentista. Sentía que le habían tomado el pelo y que le habían sacado todo el dinero que habían podido. La ortodoncia no le había resuelto el problema y, para colmo, había descubierto que otros tratamientos dentales más rápidos y económicos podrían ocultar sus imperfecciones. Fue esta, la primera vez, que escuché hablar de las “carillas dentales”.
Tiempo después, leyendo por internet un artículo de una revista del corazón, descubrí que el cantante Luis Miguel tenía diastema, el mismo problema que yo, y que lo había resuelto colocándose carillas de porcelana. He de decir que aquella noticia me abrió el cielo. Luis Miguel, el guapísimo y varonil Luis Miguel, el cantante mexicano que enamora a las mujeres con sus boleros, tenía lo mismo que yo. No estaba todo perdido.
Ahora el problema era saber cuánto me costaría la broma. Si eso de las carillas se lo había hecho Luis Miguel, desde luego no debería ser nada barato. A ver si iba a tener que pedir una segunda hipoteca sobre mi piso para costearlo.
En aquella época vivía en Cornellá del Llobregat. Y acudí a la clínica Espai Dental Olve para informarme. Lo hice porque es una clínica que tiene fama de no ser demasiado cara y de prestar un servicio muy pegado a la realidad de los vecinos. Ellos me dijeron que había diferentes tipos de carillas y que algunos procedimientos podían arreglar mi boca en pocas sesiones, sin gastar un dineral.
Sin pensármelo demasiado, opté por acceder al tratamiento, y lo cierto es que quedé más que satisfecho. Las carillas me devolvieron la vida. Ahora sonrío y río sin ningún reparo. Cuento hasta chistes, cuando nunca lo hacía en público.
Y respecto a quedar con chicas voy embalado. Parece como si quisiera recuperar el tiempo perdido. Mis amigos dicen que parece que esté compitiendo con Bertín Osborne. Y es que ahora con mi sonrisa nueva me siento imparable.
Tipos de carillas.
Quiero comentarte un artículo que leí en una revista sobre medicina llamada Top Doctors, en aquella época, en la que quería ilústrame sobre el tema de las carillas. Yo soy así, antes de tomar una decisión me gusta estar bien informado. Según ellos, hay tres tipos de carillas, principalmente.
- Carillas inmediatas. Son carillas que se colocan por medio de una reconstrucción del diente con composite. Una resina biocompatible que el odontólogo coloca sobre el diente y le va dando forma con micro-fresas. Por medio de una especie de colorantes, el especialista consigue darle un color similar al del resto de la dentadura, consiguiendo que pasen desapercibidas. En una sesión de una hora, el paciente puede salir de la clínica con las carillas colocadas. Son las carillas que llevo yo.
- Carillas de Disilicato. Estas carillas se fabrican por encargo en un laboratorio protésico dental. Para colocarlas es necesario acudir a varias sesiones. En la primera de ellas, el odontólogo toma las medidas precisas para encargarlas. Las carillas tardan varios días hasta que lleguen a la clínica. Para ponerlas, el odontólogo debe pulir del diente la cantidad de esmalte equivalente al grosor de la carilla para que se vean de una forma natural.
- Carillas de porcelana. Estas carillas tienen un acabado perfecto. Tienen un color inalterable con el tiempo y son las más resistentes que hay. Al igual que las de Disilicato, se le encargan a protésicos dentales. Su proceso de colocación es similar, aunque su calidad es mayor. Estas se suponen que son las que lleva Luis Miguel.
Con el tiempo descubrí que existen más materiales para colocar las carillas, como el Zirconio, un mineral cerámico de gran resistencia y en el que apenas hay que tallar la pieza dental para colocarlo, o las carillas empres, unas carillas fabricadas con un material glaseado que dan un efecto traslúcido. Cada una de estas carillas tiene su durabilidad y sus propias características.
Los problemas que corrigen las carillas dentales.
A mí las carillas dentales me resolvieron el problema del diastema, pero este tratamiento es una buena solución para una gran variedad de desperfectos estéticos y funcionales que aparecen en los dientes. Estos son algunos de los problemas que corrigen:
- Dientes desgastados. Los dientes se pueden desgastar por el paso del tiempo, por malos hábitos como morder objetos, por romper superficies duras con los dientes o por enfermedades como el bruxismo (rechinar de dientes). Las carillas pueden devolver el tamaño y la forma original a las piezas dentales dañadas, restaurando la apariencia y protegiendo los dientes frente a un mayor desgaste.
- Fracturas y grietas en los dientes. Los golpes e impactos en la boca pueden producir fracturas y grietas en los dientes que van más allá del mero efecto estético, dejando las piezas dentales expuestas a posibles daños futuros. Las carillas, además de reforzar los dientes, nos permiten restaurar su apariencia.
- Dientes manchados u oscurecidos. Aunque es conocido el blanqueamiento dental, existen manchas y decoloraciones que no se pueden eliminar con este tratamiento estético. Estas manchas puede aparecer por la ingestión de ciertos medicamentos, por una fluorosis o por la toma de ciertos alimentos. Las carillas pueden cubrir manchas profundas, mejorando el color de los dientes de forma duradera.
- Dientes irregulares. Las carillas pueden corregir dientes que tienen ligeros problemas de alineación o que presentan una forma irregular, sin la necesidad de recurrir a la ortodoncia. Este tratamiento puede hacer que los dientes parezcan más uniformes en cuanto al tamaño y la forma, mejorando la estética general de la boca.
- Desgaste del esmalte dental. El esmalte dental puede desgastarse debido a la edad, a un cepillado agresivo o al consumo de sustancias ácidas. Esto puede dejar los dientes más vulnerables y con una apariencia opaca. Las carillas protegen y restauran el esmalte, devolviendo a los dientes un aspecto brillante y sano.
- Defectos Congénitos. Algunas personas presentan dientes con defectos de desarrollo o con anomalías genéticas que afectan a su estructura y estética. Las carillas pueden disimular estos defectos y proporcionar una apariencia dental normalizada.
Respecto a su colocación, la técnica está avanzando hacia procedimientos cada vez más rápidos y menos invasivos. Lo dice la revista Gaceta Dental, la cual también consulté en su momento para informarme sobre las carillas. Esta revista habla del tallado vertical mínimamente invasivo con el que se permite colocar las carillas, tallando mínimamente el diente original y preservando su estructura.